jueves, 8 de marzo de 2012

No pretendo que lo entendáis, solo que lo aceptéis.

Siempre ha sido así, los años no lo van a cambiar, al menos mientras se pueda permitir. Cuando cumpla mi mayoría de edad, espero que siga siendo así, y hasta que el cuerpo aguante. Me importa bien poco sacrificar una semana como esa, supongo que es porque nunca la he vivido, pero sigo ignorándola, pocos lo entienden, casi nadie. No hay día que no piense en ello, en ver las blancas montañas y sentir que mi sitio es ese, y no la playa y el calor. Sentir la velocidad en todo tu cuerpo, el riesgo, el deporte al límite, solo vivo eso una semana al año, una semana que nunca olvido. Amo el esquí, lo practicaría como deporte principal si en el desert de les palmes se pudiera, nadie que no lo haya experimentado puede hablar de el, y quizá, gente que lo haya hecho, no la haya vivido como yo. He crecido con muchas cosas, pero sin duda, que cada año, aumentara mi talla de esquís, de botas, o poder bajar una pista que el año anterior mi nivel no lo permitía, me creaba una satisfacción especial, seguir a los mayores, alcanzarles. Ahora ya pocos quedan en el grupo, es más, a raíz de un acontecimiento inesperado, el año pasado también mi hermano y yo lo tuvimos que abandonar. Pero la pasión sigue ahí, la llama aun no se ha apagado, espero que nunca se apague, por eso, cuando os oigo decir que soy idiota por perderme 10 días de borrachera, no me afecta, pienso en el primer descenso, o en el último, o en el primer salto que haré, y se me va el pesimismo. Me ayuda a evadir mis problemas, muchos últimamente, quizá demasiados, por eso necesito ya ese viaje, al país que siempre he amado, en el que cada año he ido creciendo durante unos días. Supongo que si no hubiera esquiado nunca, no me sentiría atraído por ello, pero una vez lo sentí a escasa edad, decidí no perderlo nunca, a no ser por causa mayor.

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