Camina por el estrecho sendero acompañado de fantasmas, los dejados atrás, los que le rodean y los que le aguardan con guadañas. Con su mochila cargada de recuerdos, de lágrimas disecadas en secos pañuelos no hace más que avanzar retrocediendo.
Ciego por no querer ver, se alimenta con venenos varios por consolarse intentando olvidar lo inolvidable, imaginar lo inimaginable, ansioso por volar con alas de papel mojado, débiles, insignificantes. Incapaz de cerrar pasados para abrir futuros, de cortar estas cadenas invisibles, férreas y rígidas.
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