Los días pasan pero no avanzan, salta sin despegar sus pies de plomo, estancado, solo cambia los pañuelos con los que seca cada vez su más afilada tristeza. La ve en cada rincón, la sueña en cada habitación, la siente en una lejanía cercana, ama su fantasma.
Los ojos escuecen, el gélido cuerpo tiembla, las manos no responden, la música ha parado, el despertador suena, otra vez la misma luz, otra vez el mismo día, otra vez el mismo fantasma, otra vez las mismas lágrimas.